i els «neocons»: debat filosòfic o polèmica mediàtica. Antoni Lastra. Gregorio Luri. Josep Montserrat

Per què un esdeveniment mediàtic al voltant d’Strauss? Quines són les claus que expliquen que sigui titllat a la vegada de jueu prosionista i de nazi, de conservador i de revolucionari, d’ateu i de religiós, d’esotèric i de publicista, d’americà i d’antiamericà, entre altres flors? Com pot ser a la vegada defensor d’una doctrina secreta i que aquesta doctrina resulti escrita en lletres de motlle per la premsa en titulars i sigui descoberta per tota casta de periodistes, comentadors i professors, i estigui a l’abast de tothom? Com podia ser tan competent i tan incompetent a la vegada? Com pot ser el defensor de la mentida noble —aquella que per fer efecte no s’ha d’endevinar que sigui mentida— el mateix que és l’ideòleg de les mentides públiques que tothom, o qualsevol, pot endevinar que són mentides? En els comentaris que seguiran veurem com Strauss ha esdevingut una icona onírica digna de la psiquiatria més clàssica i que la polèmica parla més d’una societat histeritzada i propensa a la caça de bruixes que no pas dels defectes o de les característiques de Leo Strauss. És en els marges de Strauss, en la realitat “mediàtica” de la polèmica, que se situa aquesta taula rodona convocada per l’Institut d’Estudis Polítics Blanquerna (IEPB), adscrit a la Facultat de Comunicació Blanquerna.

El reino secreto de Leo Strauss. Tony Papert. Instituto Schiller

Hace apenas una década, un amigo y yo leímos por primera vez The Closing of the American Mind (El cierre de la mente estadounidense) de Allan Bloom, y nos sentíamos muy atraídos por él. ¿Por qué? Para comenzar, su oposición a la contracultura parecía nacerle del corazón. Describía, por ejemplo, cómo, siendo profesor universitario, se llevaba sus propias grabaciones a los dormitorios de sus alumnos, para lograr que quitaran su música rock y escucharan Mozart con él. Además, Bloom denunciaba apasionadamente el hecho de que las universidades no enseñaban nada; lo mismo digo yo. Por otra parte, también veía que tenía discrepancias con Bloom, pero pensaba darle el beneficio de la duda; tal vez resultaran ser cosas que no entendía bien. Mi amigo y yo pensábamos acercarnos a Bloom para que se uniera a la campaña de Lyndon LaRouche. Pero primero quería averiguar más. Como recordará cualquiera que lo haya leído, The Closing of the American Mind siempre te deja un peculiar saborcito intelectual, dondequiera que uno cierre el libro. En medio de otros asuntos, Bloom caía en declaraciones enfáticas e inesperadas, al parecer sin nada que ver con el tema, que no desarrollaba, y, precisamente por ese motivo, le daban vueltas en la mente a uno por días. Todavía recuerdo dos. Bloom escribió que en el juicio a Sócrates estaban presentes hombres que querían que se le exonerara; ellos eran los “caballeros”. Pero, ¿qué quería decir con ese término de “caballero”? Nunca se lo había escuchado usar a nadie en ese contexto, pero Bloom simplemente lo soltaba en esa frase aislada, y luego nunca retomaba el hilo. En otro aparte escribió que a Sócrates se le acusó de no creer en los dioses de la ciudad, y de inventar otros dioses. Obsérvese, escribía Bloom, que Sócrates no negó esa acusación. Pero me parecía recordar que Sócrates sí lo había negado y, perplejo por el comentario de Bloom, encontré en la Apología de Sócrates, de Platón, las palabras con que Sócrates lo niega. Y, sin embargo, se suponía que este Bloom era un erudito del griego, traductor de Platón. ¿A qué le tiraba? ¿Qué quería decir? Strauss versus Sócrates