«D’Ors vivió tanto geográficamente como políticamente en la tierra de nadie, pero ahora resulta que la tierra de nadie es la tierra de todos». De esta forma ha justificado Juan Pablo d’Ors, hijo del escritor y ensayista Eugenio d’Ors, la actitud negativa que tanto los medios intelectuales de derecha como los de izquierda han mantenido hacia su padre. Juan Pablo d’Ors asistirá hoy, en la sede de la Biblioteca Nacional, a la inauguración de la exposición conmemorativa del centenario del nacimiento de Eugenio d’Ors, que ya se celebró en Santillana del Mar el verano pasado.
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«D’Ors era la escuela de Atenas completa», según el profesor Alvira. Fermin Goñi. El País. 21/11/1981
La facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra ha rendido un homenaje al pensador Eugenio d’Ors, con motivo del centenario de su nacimiento, en el que participaron, junto a dos hijos del homenajeado -Alvaro, catedrático de Derecho Romano, y Víctor, arquitecto-, los profesores Alvira y Millán-Puelles y el experto en arte Juan A. Maragall.El profesor Alvira definió a Eugenio d’Ors como «la escuela de Atenas completa», y destacó en este filósofo su ironía, su búsqueda de la armonía y el orden, así como su incansable afán por «elevar la vida a la filosofía».
Tres nietos de D’Ors leen un libro inédito de su abuelo. El País. 12/12/1981
El libro inédito de Eugenio d’Ors titulado Parábola de los dos aviadores, y escrito en 1950, cuatro años antes de su muerte, ha sido recuperado por su nieto Carlos d’Ors, que lo ha hallado entre los papeles del filósofo y pensador, de quien se conmemora este año el centenario de su nacimiento. El volumen fue leído anteanoche por tres nietos del autor en un acto celebrado en un colegio mayor de Madrid.El volumen está constituido por veintiuna glosas, que se publicaron sueltas en el diario Arriba en 1950, pero cuyos manuscritos D’Ors reunió y numeró con la idea de formar un libro.
Homenaje del Museo del Prado a Eugenio d’Ors en el centenario de su nacimiento. Enrique Franco. El País. 13/12/1981
El Museo del Prado ofreció anteayer un homenaje al escritor español Eugenio d’Ors, con motivo del centenario de su nacimiento, durante un acto en el que Federico Sopeña, director de la pinacoteca nacional, evocó sus recuerdos personales con el filósofo y el pensador Juan Luna, conservador-jefe de la pintura francesa, inglesa y alemana del Prado, habló del libro Tres horas en el Museo del Prado, escrito por D’Ors; Alvaro Marías e Inés Fernández Arias cerraron el homenaje con la interpretación de piezas musicales del siglo XVIII, entre ellas algunas de las composiciones predilectas de D’Ors, como El ruiseñor enamorado, de Couperin.
La elipse. Francisco Umbral. El País. 09/06/1985
Mercedes Licer es bella y vulgar. Mercedes Licer García dice que está ‘hasta el coco” de no sé qué. Cuando se ha nacido para princesita, no se deben decir ciertas cosas, Mercedes, niña equivoca da, niña apresurada, niña con prisa por dejar el “García” en una papelera nocturna. Mercedes, amor. Eres una princesa natural de las cosas, Mercedes, pero tú no lo sabes, no puedes saberlo, porque no te ves a ti misma (no hay otro talento que el de verse uno a sí mismo en los negros espejos interiores). Eres vulgar, Mercedes, y esto me duele casi más que decírtelo, aunque hayas emparentado convencionalmente con un Borbón. Todos, en España, Mercedes, hasta los que posamos de gauchistes, llevamos dentro un Borbón, o un Austria, o un Habsburgo. Y eso es lo que hay que cultivar en uno, en una, Mercedes, amor (y qué bella eres): el Austria interior y escurialense. Azaña, en El Escorial, pensaba que Felipe II, en su cuarto, miraba más para la campiña que para la misa. Uno, Mercedes, carece casi patológica mente de nociones morales. Uno no se rasga las vestiduras (sería una pena rasgar un Pierre Cardin) porque hayas posado desnuda, qué bobada, ni porque te defiendas atacando a la Preysler, ni porque reces para que Dios archive tus desnudos, ni porque te hayas improvisado princesa, ni porque vayas a quedarte sin los 40 millones de Zeta, ni porque hables demasiado, como te dice tu marido. Uno, Mercedes, sólo se decepciona y deprime porque eres vulgar, crudamente vulgar, y porque entre tu vulgaridad y tu belleza / encanto hay un desajuste que crea malestar en la cultura interior (y nada freudiana) del alma. Pasa con otras, Mercedes, no eres la única. Me traen más o menos flojo las princesas de leyenda. Me importan las princesas naturales que da el pueblo, Mercedes. Por eso me importas (me importabas) tú.
D’Ors. Manuel Vazquez Montalban. El País. 07/07/1986
Observo un variopinto empeño de resucitar a Don Eugenio d’Ors, empeño en el que participan amigos aunque colegas míos. Para los que adquirieron cara y ojos intelectuales en los últimos 20 años, les informaré que el caso D’Ors consistió primero, en su condición de gran comisario de la literatura catalana del primer cuarto de siglo, que de pronto pide asilo lingüístico en Madrid y luego se suma al Alzamiento Nacional, para el que posó con todo el vestuario, entonces posmoderno, que la ocasión requería: yugos, boinas, flechas, etc., etc.Tanto los intelectuales catalanistas, que le consideraron un renegado, como los intelectuales simplemente demócratas, que le consideraron un fascista ilustradísimo y muy mediterráneo, pero fascista al fin y al cabo, condenaron a D’Ors a la pena de olvido, la peor pena que puede caerle a un escritor. Tampoco sus compañeros de viaje castellano escribiente y mussoliniano hicieron gran cosa por perpetuar la vigencia de su obra. Al fin y al cabo, un catalán que pide asilo lingüístico algo buscará y a Don Eugenio, aquí entre nosotros, la boina colorada le sentaba fatal.