¿Fue Heidegger nazi? Roger Pol-Droit. El País. 09/11/1987

Una minuciosa encuesta de Víctor Farias revela los vínculos entre el filósofo, fallecido en 1976, y el nacionalsocialismo

Las recientes investigaciones realizadas por el universitario chileno de 47 años Víctor Farias, que han culminado en la publicación de un libro, arrojan nueva luz sobre la vinculación del filósofo Martin Heidegger, fallecido en 1976, y el partido nazi. La teoría de que el filósofo sólo había mantenido con los nacionalsocialistas una relación accidental y temporal queda desmentida por la rotunidad de la documentación aportada por Farias, quien ha investigado en todos los archivos y escrutado minuciosamente los manuscritos del pensador y la Prensa, de la época. Heidegger fue un miembro destacado del partido nazi, cuyas convicciones fundamentales no abandonó nunca.

El problema de los vínculos entre Heidegger y el nazismo ha suscitado ya muchos debates. Cuestión compleja que se refiere a los compromisos del hombre con el régimen hitleriano, su extensión y su interpretación. Incluye igualmente la eventual vinculación entre los temas constantes de su obra y la ideología nacionalsocialista. Choca finalmente con el enigma del silencio del filósofo: después de la guerra no condenó nunca claramente al pasado y no dijo una palabra sobre el genocidio judío. Pregunta turbadora: la influencia en nuestra época del pensamiento de Heidegger se ha hecho tan poderosa, particularmente en Francia, que muchos parecen no poder contemplar estos problemas de frente.Al filo de los años se ha construido una respuesta convencional. Heidegger no había tenido con el nazismo más que una relación accidental, temporal y completamente exterior. Animado por el único deseo de regenerar la Universidad alemana, creyó por un momento que una revolución nacional en marcha podría permitir este renacimiento. Elegido por sus colegas rector de la universidad de Friburgo el 21 de abril de 1933, dimite el 23 de abril de 1934.
Discursos de circunstancias

Durante estos 12 meses de cooperación puramente administrativa con un poder reciente, Heidegger se habría limitado a pronunciar algunos discursos, ciertamente poco afortunados, pero de circunstancias. Después de su dimisión, a lo largo aproximadamente de 10 años de silencio político había vivido siendo el blanco de la vigilancia de las autoridades, con la censura de sus publicaciones, e importunado por un poder con respecto al que se encontraba una creciente desgracia. Ésta es, en grandes líneas, la versión oficial, fundada en las indicaciones proporcionadas por el propio Heidegger en 1945 y 1976 y constantemente sostenidas por sus fieles discípulos (*).Esta versión no es sostenible para el que haya leído la minuciosa encuesta de Víctor Farias. Este universitario chileno de 47 años, alumno de Heidegger, ha investigado en todos los archivos accesibles, rebuscando en la Prensa del Reich; ha escrutado durante varios años las revistas del partido nazi y de las asociaciones afiliadas, examinado los informes internos de la universidad y de los ministerios y recogido testimonios. Su conclusión es sencilla, tal vez demasiado sencilla: Heidegger fue, por todas sus fibras, sus actos, sus textos y su pensamiento, un miembro eminente y resuelto del partido nazi, cuyas convicciones fundamentales no abandonó nunca. Implacablemente documentado, este libro es una bomba.

Preguntas difíciles

La traducción francesa, que es igualmente la primera publicación de esta obra (Editions Verdier), debería permitir plantearse algunos verdaderos problemas. Porque, a menos de imaginar una falsificación, a menos de acusar al autor de inventarse los textos y dedicarse a burdos montajes, hay preguntas difíciles a las que no podremos escapar. Veamos primero los hechos. Son numerosos.

La investigación de Víctor Farias comienza mucho antes de 1933. Ha encontrado el primer escrito publicado por Heidegger, a los 21 años, cuando seguía sus estudios de Teología en el seminario de Freiburg. Este texto figura en un número de 19 10 de la AlIgemeine Rundschau, revista marcada por sus tendencias antiliberales y antisemitas. Heidegger celebra la figura de un predicador agustino de finales del XVIII, Abraham a Sancta Clara, con ocasión de inaugurarse un monumento a su memoria. Este monje fanático es, por lo demás, conocido por su nacionalismo virulento y su intransigencia. Escritor prolijo y gran aficionado a los pogroms, escribía, por ejemplo (Heidegger no dice nada al
Celo excesivo

Heidegger publicó en 1945 un texto titulado Das Rektorat, 1933-1934, y trata de nuevo estos hechos en una entrevista concedida en 1966 al Spiegel y publicada a título póstumo (Réponses et questions sur l’histoire et la politique, Mercure de France, 1977). Igualmente, podemos mencionar la entrevista concedida por Jean Beuafret (Le Monde de 27 de septiembre de 1974), reproducida en la colección De I’Existencialisme à Heidegger (Vrin, 1986). Heidegger et le nazisme, de Víctor Farias. Traducción del español y del alemán por Jean Baptiste Grasset y Miriam Benarroch. Ediciones Verdier.

————————————————-

¿Fue Heidegger nazi?

Lo anterior es todavía excesivamente simple, porque es también totalmente imposible hacer como si este barro no existiera, como si fuera algo puramente externo a su pensamiento. El curso de la historia no se desliza sobre los filósol5os como el agua sobre los patos. ¿Desde cuándo se puede filosofar por una parte y obrar por otra, sin que jamás tengan relaciones la actividad infame y la pura abstracción? ¿Cómo se podrá, a partir de ahora, leer a Heidegger-Doctor Jeckyll, liberándose totalmente de Heidegger-Mr. Hyde? No hay solución definitiva. Los dos están indisolublemente vinculados.El trabajo que nos espera será pensar en el vínculo oscuro que los une. El mérito de la investigación de Víctor Farias es el de obligarnos a ello. Tarea filosófica y larga. Para decirlo gráficamente, es necesario, a partir de ahora, intentar representarse simultáneamente al pastor del ser en el chalé de Todtnauberg y al hombre sombrío que escribe a máquina por la noche una carta en la que denuncia a un amigo.

Mientras que no lo consigamos y nos refugiemos en una sola de las vertientes, hay que temer que lo esencial de esta época y de nosotros mismos se nos escape entre los dedos.