La influencia escocesa en la filosofía catalana. La Vanguardia Barcelona, domingo, 23 /06/1929

año XLVIII, número 20.385
página 12
Conferencia en el Ateneo

La influencia escocesa en la filosofía catalana

En el Ateneo Barcelonés dio ayer su anunciada conferencia el profesor auxiliar de la asignatura de Historia de la Filosofía, de esta Universidad, doctor don Francisco Mirabent.

Ocuparon el estrado el presidente de la entidad señor Pedro Corominas y el conferenciante, quien desarrolló el tema «L’escola escocesa i la seva influencia sobre alguns filosofs catalans del segle XIX», ante numerosa y distinguida concurrencia que ocupaba por entero el salón de actos.

Para situar al auditorio, el conferenciante comenzó haciendo un detenido bosquejo de las filosofías inglesa y escocesa durante los siglos XVIII y XIX.

Dijo que el siglo XVIII inglés da la impresión de una cultura joven en plenitud de lucha y de fortaleza. Los escritores del siglo precedente habían sembrado ideas fecundísimas que inspiraban e influían no solamente el pensamiento inglés, sino también la cultura continental. Hasta que no aparecen los nombres de Kant y Goethe, la cultura inglesa no se ve superada, pues los restantes, a juicio del conferenciante, no llegan a hacer olvidar los nombres eminentes de la intelectualidad inglesa y queda siempre de la soberanía espiritual de Inglaterra su fecundidad en las ramas políticas, económicas y morales. Esta influencia dura hasta bien entrado el siglo XIX.

Estudia el conferenciante la escuela escocesa dividiéndola en periodos: al primero corresponden las dos grandes figuras del idealismo sentimentalista del siglo XVIII: Shaftesbury y Hutchenson; al segundo, entre otras figuras que lo avaloran, las da Thomas Reid y Dugald Stewart, que extendieron su influencia a la filosofía francesa de los años siguientes enfrente del escepticismo crítico de David Hume. La labor de estos filósofos ofrece materia al conferenciante para detenidas consideraciones hasta llegar a estudiar la figura de Adam Smith, del que dice incorpora el espíritu de la filosofía racial inglesa a sus teorías morales y económicas.

Sigue su estudio en el tercer período de la filosofía escocesa, que califica de denso y de formas suaves y que a su juicio llena por entero William Hamilton durante treinta años, es decir, hasta que Stuart Mill se revela como otra figura preeminente. Cita las influencias que sobre el primero ejercieron los filósofos anteriores y dice que de ellas Hamilton extrajo el criterio psicologísta para formular sus principios: «la ciencia del espíritu es la filosofía» y «el conocimiento es para el amor del nombre y no el hombre para el amor del conocimiento».

Estudiados los hombres, el conferenciante expuso el conjunto de doctrinas para llegar al tema primario de su conferencia, o sea la influencia ejercida por dichos filósofos en nuestra filosofía.

Se refiere al discurso pronunciado por su maestro el doctor Serra Hunter, con motivo de su ingreso en la Academia de Buenas Letras y dice que si con razón en Cataluña se han tenido los ojos fijos en la producción filosófica alemana, sin observar si lo que se nos ofrecía era o no original, hemos también de fijar nuestra vista en los ingleses y franceses porque llevan una levadura más nuestra y profesan y practican una filosofía de doble trascendencia en la vida del hombre. Por eso la filosofía inglesa no es solamente una filosofía para técnicos, sino una filosofía que nutre, las capas más profundas de la cultura.

En Cataluña han sido las tendencias filosóficas de Martí de Eixalá y de Francisco Javier Llorens, en las que se encuentran los mejores rasgos de nuestra constitución espiritual: el tino (seny) y el sentido de la realidad, que merecen el respeto de hombres tan radicalmente opuestos a ellas como Menéndez Pelayo y Francisco Giner de los Ríos. Esta escuela y el nombre de Balmes dan a Cataluña una dignidad y eficacia filosóficas.

La filosofía escocesa había de encontrar forzosamente una fácil aclimatación en Cataluña porque aquí se ha sentido siempre, según el doctor Mirabent, un recelo instintivo contra la construcción de la razón abstracta y porque nos ha parecido siempre que la fuente natural de toda especulación es la conciencia del sujeto que piensa.

El krausismo creó en Madrid una escuela de hombres nobilísimos y ejemplares; la filosofía escocesa fue en Cataluña una fusión espiritual con los hombres cuya vida intelectual no iba ligada a otros compromisos que los del respeto a la libertad del pensamiento humano; la constitución de los catalanes se sintió explicada, interpretada, traducida, y de ahí su arraigo e influencia.

Lloréns no tuvo discípulos que continuasen su obra y la superasen y por eso su filosofía se detiene, pero de este contacto con las doctrinas y con la de nuestros filósofos espiritualistas del siglo XIX quedará siempre en la historia de nuestro pensamiento filosófico una profunda huella, que el conferenciante califica de perfume de idealidad.

Al terminar su docta disertación avalada con numerosas citas de textos y de doctrinas de ilustres filósofos que no podemos recoger en esta nota informativa, el doctor Mirabent fue muy aplaudido y felicitado.