EL PROBLEMA CULTURAL DEL FASCISMO

El fascismo se dice de muchas maneras. Podemos hablar en efecto, del fascismo político como algo ya de por sí bastante indefinido, pero a la par existiría también un fascismo metapolítico, harto más vago y difuso aún que el primero. Los términos “nazi”, “totalitarismo”, “racismo”…- y derivados, suelen emplearse como sinónimos de “fascismo”; pero de entre todos ellos, y aún así atestiguando ya el quantum de “especifidad semántica” comúnmente asignado a los demás, sólo “nazi” conserva la fuerza del “original”. El vocablo estrictamente político se aplica tanto a los “comprensibles de suyo” y “clásicos” fascismos “de derecha”, cuanto a los menos obvios fascismos “izquierdistas”, extendiéndose asimismo el campo de significación más allá del período contemporáneo -v.g.: en la literatura de anticipación- o, antes de él, a “Alemania”, Asiria, Esparta, a los confederados americanos… “Se” habla en fin de una “mentalidad” y de un “carácter” fascistas, de un “macho” sexual explotador intrínsecamente fascista, de un “tecno fascismo” entre los ecologistas, etcétera.

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