La izquierda y la nada. Gianni Vattimo. El País. 30/04/1987

Quizá la discusión que ha surgido a raíz de mi artículo (De la ideología a la ética, EL PAÍS, 8 de enero de 1987) sobre el fin de la escuela de la sospecha y la vuelta a la ética indica, aparte de las diferencias teóricas explícitas, algo más general, sobre lo que merece la pena reflexionar en términos de «sociología de la cultura».Mi impresión es que las tesis de aquel artículo no suscitan un escándalo parecido en Italia, incluso y quizá, sobre todo, en el ámbito de la cultura que sigue considerándose de izquierdas. Con esto no quiero decir que el adiós a la crítica de la ideología y la vuelta a la ética en la cultura de izquierda italiana -y además a una ética de tono schopenhaueriano- sean posturas ampliamente aceptadas.

¿Fue Heidegger nazi? Roger Pol-Droit. El País. 09/11/1987

Las recientes investigaciones realizadas por el universitario chileno de 47 años Víctor Farias, que han culminado en la publicación de un libro, arrojan nueva luz sobre la vinculación del filósofo Martin Heidegger, fallecido en 1976, y el partido nazi. La teoría de que el filósofo sólo había mantenido con los nacionalsocialistas una relación accidental y temporal queda desmentida por la rotunidad de la documentación aportada por Farias, quien ha investigado en todos los archivos y escrutado minuciosamente los manuscritos del pensador y la Prensa, de la época. Heidegger fue un miembro destacado del partido nazi, cuyas convicciones fundamentales no abandonó nunca.

Héroes sin dioses. Luis Meana. El País. 24/11/1987.

En el otoño de 1914 -o sea, unos 20 años antes de la Rektoratsrede, de Heidegger- se publica en Alemania el llamado Manifiesto de los 93, en el que gentes tan prestigiosas como Röntgen, Wassermann, Neisser, Ehrlich, Ostwald y Planck firman lo siguiente: «Con la misma intensidad con la que no nos dejamos superar por nadie en nuestro amor al arte, rechazamos decididamente aceptar la salvación de una obra de arte al precio de una derrota alemana… Sin el militarismo alemán, la cultura alemana sería exterminada de la Tierra… Ejército alemán y pueblo alemán son una misma cosa. ¡Lo que avalamos y defendemos con nuestros nombres y con nuestra honra!». Dos científicos se negaron significativamente a firmar este manifiesto: Einstein y G. F. Nicolai. El destino, por supuesto, no se lo agradecería.En condiciones normales, ese texto debería bastarle al público para convencerse de que propiamente no hay tanto caso Heidegger como parece. Primero, porque el heideggerianismo nazista empieza, como ya escribió Lukács y describió Thomas Mann, en Faustus, mucho antes de Heidegger, y está profundamente enraizado en una cierta tradición alemana. Segundo, porque, aunque sea verdad que, tras la contribución de Farias -y sin olvidar la anterior de G. Schneeberger-, la recalcitrante perseverancia de Heidegger en su error está ahora mejor documentada que nunca, ese hecho era ya, al menos desde 1953, conocido.

Paul Ricoeur: «Heidegger creyó que el nazismo era la justificación política de su pensamiento». Alejandro V. García. El País. 27/11/1987

«Heidegger creyó que el nazismo era la justificación política de su pensamiento y contribuyó a esa caricatura de su obra con el discurso, de tono fascista, que pronunció en 1933 en su toma de posesión como rector de la universidad de Friburgo», declaró en Granada el pensador francés Paul Ricoeur, cuya obra está vinculada en cierta medida con el autor de El ser y el tiempo. Ricoeur asiste en Granada a un seminario en torno a su propia obra que será clausurado hoy. El lunes próximo será homenajeado por la facultad de Filosofia de la universidad Complutense de Madrid.

El reverso del ser. Severo Sarduy. El País. 01/12/1987

Digo que en Francia la polémica ha adquirido una particular intensidad; pero esto no es lo esencial, sino que ha cambiado de tonalidad y, si así puede decirse, de textura. En el sentido matemático del término: se ha sofisticado. No se trata ya de saber si -y hasta qué punto- Heidegger se comprometió con el nacionalsocialismo. El libro de Farías, las investigaciones precedentes, el acceso a los archivos de la guerra y hasta un artículo como el de Luis Meana -Héroes sin dioses, en EL PAÍS del 24 de noviembre, página 38-, dan de sobra cuenta de ese error; se trata de saber si – y hasta qué punto- la investigación ontológica del gran filósofo alemán está contaminada, influida, o puede funcionar como una metáfora, una transposición a un terreno completamente alógeno, de lo que fue la ideología nazi.

Heidegger y la tragedia de su pensamiento. Carlos Gurméndez. El País. 08/12/1987

Cuando hace años José Ortega Spottorno, cordial y generoso amigo, me pidió que tradujese Conversación póstuma con Heidegger para la Revista de Occidente, no me sorprendió leer el contenido de la entrevista, ya que los ataques a la ciencia y a la técnica habían sido anticipados en sus obras Die frage nach der technik y Holzwege. Desde muy atrás se podía prever la evolución de su pensamiento hasta concluir en una original teología mística y laica, al invocar un dios que todavía puede salvarnos. En sus declaraciones afirma que hay que conservar el pensamiento en toda su pureza quimérica, especulativa, el pensar por el pensar mismo, sin buscar resultados positivos ni pragmatismos tecnológicos, formulación que anuncia el fin de la filosofía y un nuevo poetizar pensativo que nos prepara contra «el día de la técnica, que no es sino la noche hecha día». Este pensamiento poético irracional vive interrogándose siempre, pero, al no encontrar una respuesta definitiva, se queda en delirio, vértigo del ensimismamiento, sin búsqueda de nuevas conquistas cognoscitivas. Por el contrario, como ha explicado García Bacca, el pensamiento racional es siempre ciencia, técnica, y ese dios; salvador es el «universo divino, increado, creador», que no hay que esperarlo porque ya está aquí presente. «Dios está siendo / porque existiendo. / ¿Dios está o es? / pregunta alguno / (que es cada uno). / Dios al envés. / Dios al revés» (José Bergamín).La función del pensamiento es llegar por el conocimiento perfecto de la ciencia a la transformación del mundo, pues la felicidad sólo puede alcanzarla el hombre adquiriendo un poder cada vez mayor sobre la. naturaleza, y «lo que hoy es imposible será posible mañana».