La elipse. Francisco Umbral. El País. 09/06/1985

Mercedes Licer es bella y vulgar. Mercedes Licer García dice que está ‘hasta el coco” de no sé qué. Cuando se ha nacido para princesita, no se deben decir ciertas cosas, Mercedes, niña equivoca da, niña apresurada, niña con prisa por dejar el “García” en una papelera nocturna. Mercedes, amor. Eres una princesa natural de las cosas, Mercedes, pero tú no lo sabes, no puedes saberlo, porque no te ves a ti misma (no hay otro talento que el de verse uno a sí mismo en los negros espejos interiores). Eres vulgar, Mercedes, y esto me duele casi más que decírtelo, aunque hayas emparentado convencionalmente con un Borbón. Todos, en España, Mercedes, hasta los que posamos de gauchistes, llevamos dentro un Borbón, o un Austria, o un Habsburgo. Y eso es lo que hay que cultivar en uno, en una, Mercedes, amor (y qué bella eres): el Austria interior y escurialense. Azaña, en El Escorial, pensaba que Felipe II, en su cuarto, miraba más para la campiña que para la misa. Uno, Mercedes, carece casi patológica mente de nociones morales. Uno no se rasga las vestiduras (sería una pena rasgar un Pierre Cardin) porque hayas posado desnuda, qué bobada, ni porque te defiendas atacando a la Preysler, ni porque reces para que Dios archive tus desnudos, ni porque te hayas improvisado princesa, ni porque vayas a quedarte sin los 40 millones de Zeta, ni porque hables demasiado, como te dice tu marido. Uno, Mercedes, sólo se decepciona y deprime porque eres vulgar, crudamente vulgar, y porque entre tu vulgaridad y tu belleza / encanto hay un desajuste que crea malestar en la cultura interior (y nada freudiana) del alma. Pasa con otras, Mercedes, no eres la única. Me traen más o menos flojo las princesas de leyenda. Me importan las princesas naturales que da el pueblo, Mercedes. Por eso me importas (me importabas) tú.

D’Ors. Manuel Vazquez Montalban. El País. 07/07/1986

Observo un variopinto empeño de resucitar a Don Eugenio d’Ors, empeño en el que participan amigos aunque colegas míos. Para los que adquirieron cara y ojos intelectuales en los últimos 20 años, les informaré que el caso D’Ors consistió primero, en su condición de gran comisario de la literatura catalana del primer cuarto de siglo, que de pronto pide asilo lingüístico en Madrid y luego se suma al Alzamiento Nacional, para el que posó con todo el vestuario, entonces posmoderno, que la ocasión requería: yugos, boinas, flechas, etc., etc.Tanto los intelectuales catalanistas, que le consideraron un renegado, como los intelectuales simplemente demócratas, que le consideraron un fascista ilustradísimo y muy mediterráneo, pero fascista al fin y al cabo, condenaron a D’Ors a la pena de olvido, la peor pena que puede caerle a un escritor. Tampoco sus compañeros de viaje castellano escribiente y mussoliniano hicieron gran cosa por perpetuar la vigencia de su obra. Al fin y al cabo, un catalán que pide asilo lingüístico algo buscará y a Don Eugenio, aquí entre nosotros, la boina colorada le sentaba fatal.

Tres horas con D’Ors en el Prado. Pedro Sorela. El País. 23/04/1989

“Madrid tiene abriles exquisitos y un sin par museo”, escribía Eugenio D’Ors, Xenius, cuando la primera edición de su guía Tres horas en el Museo del Prado. Sesenta y siete años después puede que abril siga siendo exquisito en Madrid -el aire es azul, y el clima, tibio-, pero en cuanto al museo es difícil apreciarlo, cercado como está por los autobuses agazapados frente a la Academia, asaltado cada día por miles de turistas y estudiantes, ensordecido por las taladradoras que destrozan la calle de Felipe IV ejecutando alguna orden municipal de sentido, más que misterioso, confuso. Sin embargo, algunas de las observaciones que hizo D’Ors, publicadas primero como serial en un periódico, mantienen su vigencia.

La visión del arte moderno de D’Ors se recrea en una exposición. El País. 23/05/1997

El Museo Nacional Reina Sofía, en Madrid, presentó ayer la exposición Eugenio d’Ors, del arte a la letra, abierta hasta el 30 de septiembre en las salas temporales de la segunda planta, dedicadas a mostrar los fondos del museo. La muestra recorre el arte moderno español de principios de siglo de la mano del escritor, crítico de arte y animador cultural Eugenio d’Ors (Barcelona, 1881-Vilanova i la Geltrú, 1954).La figura de Eugenio d’Ors domina la crónica artística en las primeras décadas del siglo, a través de su magisterio y fomento del arte moderno, sobre todo con la iniciativa de la Academia Breve de Crítica de Arte. En opinión de la comisaria de la exposición, Laura Mercader, su trabajo es poco conocido por la falta de investigaciones en su amplia obra y “la falta de rigor y alcance global en el tratamiento de toda la literatura artística dorsiana”.

¿Necesita Cataluña las ideas de Eugeni d»Ors? Joan Anton Mellon. El País. 08/04/1999

Periódicamente las estancadas aguas culturales catalanas se agitan mansamente ante la reedición de algunas de las obras de Eugeni d”Ors. Ilustres políticos, escritores, filósofos pasionales y catedráticos de estética, deslumbrados, según sus propias palabras, por el estilo y la diversidad de la obra de Xènius aplauden frenéticamente las mencionadas reediciones. El mismísimo presidente de la Generalitat declaró hace unos años, en un curso de verano dedicado a D”Ors de una universidad madrileña, que el ideario de éste era muy adecuado para superar la crisis de valores que padecía España y que su obra era una fuente de ideas para hacer política con ellas. Previamente, en mayo de 1986, se organizó un cónclave de prohombres culturales locales, con el consejero de Cultura de aquellas fechas al frente, cuya razón de ser fue la resurrección de Eugeni d”Ors. Celebrado a puerta cerrada, sólo para iniciados selectos, al acabar una rueda de prensa nos aclaró a los no selectos que, según conclusión de los participantes, la situación intelectual del país era ya madura para permitir un estudio sereno de la obra de D”Ors. Otra conclusión fue destinar dinero público para poder reeditar las obras de nuestro personaje, ya que sin subvención el proyecto era comercialmente inviable. Periodista brillante, sutil pensador, genial comentarista de arte, eficaz dinamizador cultural como publicista y político: no hay duda de que D”Ors fue todo eso y quizá más, pero lo que es inadmisible es la tergiversación ideológica que se pretende hacer del pensamiento de este autor y la consiguiente desinformación.

«Orseanografía». Martí Domínguez. El País. 25/04/1999

Dispénsenme el neologismo. Pero estos últimos días he estado leyendo el nuevo glosario de Eugeni D”Ors. Cada vez que me he sumergido en las frágiles hojas de papel de biblia de esta edición, he experimentado la extraña sensación de descubrir otros mundos, apasionantes y peligrosos, sabrosos y excesivos, nunca triviales. Eugeni D”Ors es un baño de singularidad y sobreabundancia, como esos momentos del Mediterráneo en que florece en gorgonias y corales y adquiere una ensoñada transparencia de amatista. D”Ors es la biodiversidad en estado puro, y al mismo tiempo presenta aquellos peligros de los mares del trópico: espinas envenenadas e ideas que se clavan como espadas. James Joyce escribía que son muchos los que creen que han nacido demasiado tarde, en un mundo demasiado viejo, “y que su carencia de esperanzas y su átono anti-heroísmo les conduce a una amplia nada”. La frase parece especialmente pensada para D”Ors, que lo imaginamos mejor integrado en el salón de Mme de Geoffrin, con el nombre de Eugène du Verger, que en la Cataluña noucentista, o menos aún, en la España franquista. D”Ors, como quizá también le ocurrió a Joan Fuster, nació demasiado tarde, y en el caso de Fuster, sin duda en lugar equivocado. Por eso, cuando me enfrento al océano orsiano, entreveo el espíritu de Diderot, la independencia intelectual de Voltaire, el canto cívico de Rousseau, la concepción totalizadora de la cultura de Goethe.